Armonía organizacional: El resultado de una estrategia y ejecución saludables
Tercera entrega
En esta tercera y última entrega de la serie, cerramos el ciclo de reflexión sobre cómo los enfoques de Eli Goldratt e Ichak Adizes se complementan no solo para diagnosticar problemas y formular soluciones, sino también para lograr un estado superior de funcionamiento: la armonía organizacional.
Si en el primer artículo nos enfocamos en la formulación de una buena estrategia, y en el segundo abordamos cómo tomar decisiones correctas y llevarlas a la práctica, este tercer capítulo se detiene en el impacto sistémico del cambio bien implementado. Es decir, cómo construir organizaciones que no solo sobrevivan el cambio, sino que florezcan en él.
Tanto Goldratt como Adizes reconocen que el conflicto es inevitable, pero no insuperable. La clave está en identificarlo correctamente, abordarlo con una mentalidad de respeto mutuo, y diseñar estructuras que lo disuelvan en lugar de amplificarlo. Así, la armonía no es concepto utópico ni meramente cultural: es el resultado alcanzable de un diseño organizacional alineado, con un propósito compartido y energía enfocada.
Eli Goldratt dejó claro en la introducción de «La Decisión (The Choice)», que su preocupación final era la armonía. La describió, no como la ausencia de problemas, sino como el estado en el cual las personas trabajan alineadas, los conflictos se eliminan en su raíz, y la organización fluye. Es decir, una organización armoniosa no es la que evita el conflicto, sino aquella que lo transforma en oportunidad de mejora y aprendizaje.
Goldratt identificó cinco motores de la desarmonía (ya abordados en el artículo anterior), que impiden el logro de esta condición: desconocimiento del propósito individual y colectivo, conflictos funcionales, desalineaciones estructurales y culturales, y una inercia institucional que resiste el cambio.
Superar estos motores requiere más que herramientas. Requiere una transformación de fondo, tanto en la estrategia como en la cultura. Aquí es donde entra en juego la metodología de Adizes.
Ichak Adizes define a una organización saludable como aquella que puede tomar decisiones efectivas y ejecutarlas consistentemente en un entorno cambiante, sin autodestruirse. La clave de esta salud organizacional reside entres factores:
- Decisiones bien fundamentadas, con participación de todas las funciones del modelo PAEI (Productor, Administrador, Emprendedor, e Integrador).
- Ejecución sostenible, mediante el alineamiento de autoridad, poder e influencia (modelo CAPI) y la existencia de confianza organizacional.
- Balance entre integración externa e integración interna, lo que Adizes llama su fórmula del éxito: armonizar el vínculo con el mercado con la cohesión interna del equipo.
La armonía, entonces, se manifiesta cuando estos elementos están presentes y soncrinizados.
Para Goldratt, el ideal organizacional se sintetiza en la noción de la Empresa siempre próspera. Una organización capaz de crecer continuamente, mantener su ventaja competitiva, y adaptarse a la complejidad sin fracturarse.
Pero esto solo es posible si el sistema entero está alineado. No basta con una buena estrategia, ni con tener recursos abundantes. La clave es cómo la organización gestiona su atención gerencial, cómo resuelve sus conflictos fundamentales y cómo diseña un entorno que permita el flujo armónico de sus decisiones e implementación.
En esta visión, armonía no es estabilidad absoluta, sino capacidad de adaptación sin fricción destructiva. Es resiliciencia en movimiento. Lo que Nassim Taleb describe como ‘Antifragilidad’.
Cuando cruzamos los conceptos de ambos pensadores, la armonía se puede entender como una ecuación organizacional que combina:
- Confianza (Adizes): como el cemento de la colaboración.
- Meta y propósito compartido (Goldratt): como la brújula estratégica que da sentido al esfuerzo.
- Flujo sin obstáculos (Goldratt + Adizes): como el estado operativo deseado, donde cada parte contribuye y coopera de forma natural.
Ambos coinciden en que la armonía no se impone, se diseña. Y que se construye desde lo humano, no desde lo técnico.
Tanto Goldratt como Adizes reconocen que el papel del líder moderno no es el de héroe solitario, sino el diseñador sistémico y constructor de la armonía. Esto implica:
- Crear equipos PAEI complementarios, donde haya equilibrio entre resultados, estructura, innovación y cultura.
- Distribuir y gestionar la atención directiva, asegurando que la gerencia no se disperse ni se bloquee por cuellos de botella de decisión, con los paradigmas correctos de base.
- Facilitar el «respirar organizacional«, alternando momentos de crecimiento externo con pausas de desarrollo interno, que alimenten y protejan la estabilidad.
Este liderazgo requiere humildad, visión sistémica y, sobre todo, un profundo respeto por las personas como portadoras del potencial colectivo.
En este cierre de serie podemos afirmar que una organización armoniosa es aquella que ha logrado:
- Construir una estrategia basada en condiciones necesarias (artículo 1)
- Tomar decisiones robustas y ejecutarlas con cohesión (artículo 2)
- Convertir estos elementos en flujo continuo, con sentido, energía y propósito compartido (artículo 3)
La armonía no es un lujo, ni una aspiración abstracta. Es una condición estratégica, operativa y cultural que se puede lograr cuando combinamos lo mejor de Eli Goldratt y de Ichak Adizes: lógica estrcutural y sabiduría relacional.
Que esta síntesis sea una invitación para todos los líderes que creen que el cambio profundo es posible y necesario. Porque si algo nos enseñan estos dos gigantes del pensamiento organizacional es que no hay conflicto que no se pueda eliminar, ni sistema que no se pueda mejorar.
Por Javier Arévalo – Founding & Global Partner Goldratt Group